sábado, 25 de abril de 2009

La devoción a la Santísima Virgen


María, por su gran poder de intercesión, consigue mayores gracias de Dios para vivir mejor nuestra vida cristiana.

La devoción, dice Santo Tomás de Aquino, "no es otra cosa que una voluntad pronta para entregarse a todo lo que pertenece al servicio de Dios” (S.Th. II II, q.82, a.1). La devo¬ción, pues, radica en la intimidad de] que se siente inclinado al servicio amoroso de quien le es superior, que en el caso que nos ocupa es la Madre de Dios y Madre de todos los hombres.

Cuando se acepta con fe y buena voluntad la primacía de Santa María sobre los Angeles y los Santos, por ser la Madre de Dios y por su estrecha relación con los misterios de Cristo Redentor, se produce en los cristianos una actitud de venera¬ción a María tal, que se manifiesta en un culto litúrgico lleno de respeto, en devoción personal recia y profunda, en prácti¬cas de piedad que la Iglesia recomienda y bendice. Esto no entorpece el culto a Dios, sino que lo favorece e impulsa

LOS FRUTOS DE LA DEVOCION A MARIA

Los frutos de la devoción a la Santísima Virgen son los siguientes:

a) Quienes la honran obtienen una mayor benevolencia de parte de María.

b) A los pecadores, que junto con el deseo de enmendarse la honran y se ponen bajo su protección

c) A quienes la invocan confiada y perseverantemente, María puede alcanzarles la gracia de la perseverancia final.

d) Finalmente, si tenemos en cuenta que la devoción a María se deriva de la fe en la Encarnación redentora, a mayor fe, mayor devoción y, en consecuencia, se confirman en la Iglesia los fundamentos de la fe y se desvanecen las herejías. Santa María es Madre de la Iglesia.

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